miércoles, 19 de diciembre de 2012

"LES FERRERES" DE CALACEITE (TERUEL): UNA TUMBA IBÉRICA CON UN AJUAR EXCEPCIONAL

En agosto de 1903 un campesino de Calaceite (Teruel) descubrió casualmente una tumba de época ibérica que contenía un ajuar excepcional compuesto por varias piezas metálicas, actualmente dispersas, que se han expuesto en museos tan importantes como el Louvre de París,  el Museo del Prado o el Arqueológico Nacional de Madrid, entre otros. La tumba, fechada a mediados del siglo VI a.C., debió pertenecer probablemente a un guerrero de elevada posición social.



El soporte de caldero de la tumba de Les Ferreres de Calaceite,
 según un dibujo de Juan Cabré publicado en 1908
 

Un hallazgo inesperado y una ubicación concreta desconocida
Julio Pastor, un campesino calaceitano, descubrió mientras labraba en una finca de su propiedad en la partida de Les Ferreres (llamada así por la habitual aparición de objetos o restos metálicos) un extraordinario conjunto de piezas metálicas pertenecientes a una tumba de época ibérica. Pocos años después el erudito local, Santiago Vidiella, describía en el Boletín de Geografía e Historia del Bajo Aragón, del que era director, el contenido y las circunstancias del hallazgo:



Cista de un túmulo funerario ibérico en la comarca del Matarraña.
 La tumba de Les Ferreres debió tener un aspecto similar al de la foto.

“Dos pedruscos sin aderezo ni labor de ninguna clase, ocultaban un portaluz de bronce, una coraza del propio metal, otras armas de hierro y algunos vasos térreos, estos en pequeña cantidad. El candelabro apareció quebrado en grandes y pequeñas porciones, aunque fácilmente reintegrable a su primitiva forma… Mas apurada apareció la coraza, bellamente repujada. También las armas de hierro volvieron a la luz del día muy deformadas por la oxidación, aunque en alguna hoja descubríanse los dos filos y las empuñaduras mostraban haber tenido revestimientos laterales de materia más caduca, tal vez cuerno o hueso y más seguro madera. Los fragmentos cerámicos no podían dar razón de la forma de los vasos” (Vidiella 1908, 208)
En ese mismo Boletín el joven Juan Cabré, recién iniciado en el mundo de la arqueología y oriundo también de la misma localidad, añadía algunos detalles sobre la localización del hallazgo:



Panorámica general, tomada desde la cima del cabezo de San Antonio de Calaceite,
de la zona donde apareció la tumba y el ajuar de Les Ferreres.

“De la falda del monte de San Antonio arranca en dirección S.O. una zona muy señalada con toda clase de objetos pre-romanos, como si respondiera a la dirección de una ruta o vía, que en todo caso no debió apartarse mucho del actual camino vecinal de Santa Ana. Pasa por el campo de Justo Pastor; parece ensancharse en las cercanías de la ermita de aquella Santa, donde hay una rica fuente; cruza el barranco de Calapatá; nuevamente se detiene en Castellans… y luego tuerce, probablemente, hacia el S. buscando a Cretas y Valderrobres… Estoy convencido de que el depósito contenía el ajuar funerario de un guerrero ibérico, enterrado al lado de la urna de sus cenizas; y podría asegurarse que las losas que lo cubrían constituyeron la caja de uno de los muchos túmulos que hubo en la región”  (Cabré 1908, 229)

 
Autorretrato de Juan Cabré, 1907. En esa época el futuro arqueólogo
 se consideraba a sí mismo como "pintor histórico"


En la actualidad se desconoce el lugar exacto del hallazgo. Posiblemente se ubicaría en alguna de las parcelas actualmente dedicadas al cultivo del olivo en la partida de Les Umbríes, cerca de la ermita de Santa Ana, a menos de 3 kms al sur de la localidad de Calaceite (Teruel).


Las vicisitudes de un ajuar excepcional
A los pocos meses del hallazgo, Julio Pastor, el descubridor del ajuar, vendió la mayor parte de los materiales a un anticuario de Zaragoza. Muy pronto todas estas piezas llegaron al mercado de antigüedades de Madrid donde comenzó su dispersión. El historiador Antonio Vives adquirió la coraza, mientras que el extraordinario soporte de caldero (incorrectamente conocido como thymiaterion o quemador de incienso) apareció al poco tiempo, en 1906, en el Museo del Louvre de París donde fue parcialmente restaurado. Investigaciones recientes han confirmado que en el mismo lote llevado a Francia se encontraban las asas y algunos restos de un caldero así como otros fragmentos metálicos que hoy se encuentran depositados en el Museo de Saint-Germain-en-Laye (Rouillard 1997, 134; Graells y Armada 2011).


La Dama de Elche expuesta en el Museo del Prado en 1941 junto con otras piezas devueltas
 por el gobierno francés, entre ellas el soporte de Calaceite.

El soporte de caldero de Calaceite regresó a España en 1941 junto con la Dama de Elche, las coronas de Guarrazar y otras excepcionales piezas arqueológicas gracias a un acuerdo de alto contenido político firmado ese año entre Francia y España. Tras ser expuesto durante unos meses en el Museo del Prado el soporte pasó finalmente al Museo Arqueológico Nacional donde actualmente se conserva. Por su parte, la coraza adquirida por Antonio Vives fue depositada en el Museo de Menorca, su localidad natal, donde permaneció hasta el año  2007 cuando fue cedida al Museo Teruel donde actualmente se expone. Los fragmentos de espadas y los restos cerámicos se encuentran perdidos o en paradero desconocido.

El contenido del ajuar
Aunque son muy abundantes los estudios y publicaciones sobre el ajuar de la tumba de Les Ferreres de Calaceite (especialmente los relacionados con el soporte) no ha sido hasta recientemente cuando, tras el estudio de los fragmentos conservados en París, se han aportado significativas novedades sobre el mismo (Graells y Armada, 2011). A la luz de las últimas investigaciones este ajuar estaba compuesto por las siguientes piezas:



El ajuar metálico de la tumba de Les Ferreres de Calaceite (Teruel),
segun las recientes investigaciones de R. Graells y X. L. Armada.
 

El soporte: Se trata de un soporte de caldero de unos 35 cm de altura formada por dos platos cónicos de aros calados (uno en la base y otro en la parte superior) que se unen mediante un vástago o columna central apoyada sobre un caballo cuyas patas se asientan en los aros del plato inferior. Tanto los aros como la columna central se decoran con trenzados o motivos en espiga. La pieza, de extraordinaria factura, se utilizaba como soporte de vasos metálicos que contendría líquidos o sustancias aromáticas como incienso.  Recientes estudios consideran que este tipo de soportes se elaboraron en talleres artesanales del NE español e SE de Francia hacia la primera mitad del siglo VI a.C. (Armada y Rovira 2011, 33)



Aspecto actual del soporte de caldero expuesto en el Museo Arqueológico Nacional
 
La coraza: Pieza, a modo de peto sin espaldar, elaborada sobre una chapa metálica de 1 mm de grosor que presenta en su perímetro exterior varias líneas de puntos perforados para facilitar su costura a una protección interior de piel o textil. La coraza está finamente repujada y decorada con círculos concéntricos y peltas.



Restos conservados de la coraza de Les Ferreres de Calaceite, actualmente expuestos
en el Museo de Teruel. (Foto Museo de Teruel)
 
Las grebas: Algunos de los restos de chapa conservados en el Museo de Saint-Germain-en-Laye se han relacionado con elementos de panoplia defensiva y se identifican con seguridad como fragmentos de grebas o protectores metálicos de la parte delantera de las piernas, desde las rodillas hasta el pie.

Las dos espadas: Por las descripciones del hallazgo se asocian a ejemplares de hoja recta y empuñadura de lengüeta plana relacionadas con tipos de origen meridional.


Guerrero íbero que porta coraza repujada, espada de empuñadura de lengueta y grebas para proteger las piernas. Basado en los hallazgos de Les Ferreres de Calaceite (Dibujo de C. Fernández del Castillo).
 

El vaso con asas. Los restos conservados en el Museo de Sant-Germain-en-Laye, consisten en fragmentos de chapas y de al menos tres asas de bronce de un recipiente metálico de perfil abierto, posiblemente un caldero de tipología etrusca que pudo ser fabricado en Italia central.

El simpulum: Los fragmentos conservados en París pertenecen a un mango de cazo, con una superficie lisa y la otra decorada por una serie de puntos laterales. Estas piezas suelen ser habituales en tumbas con armas e importaciones mediterráneas.




Simpulum, cazo o cucharón del siglo V a.C. de procedencia griega.
Se utilizaba para servir y mezclar vino
 
Las cerámicas: Las descripciones del hallazgo mencionan restos cerámicos pero, ante su ausencia, no es posible deducir si se depositó en la tumba una sola urna funeraria o si contenía otros vasos cerámicos.



Cronología y significado

La cronología de la tumba de Les Ferreres ha sido objeto de un largo debate pero las últimas investigaciones coinciden en situarla en las décadas centrales del siglo VI a.C. teniendo algunos claros paralelos con otras tumbas de guerreros destacados o de alta posición social del NE peninsular y el Languedoc  francés. Estas tumbas tienen algunos rasgos comunes como la ausencia de elementos arquitectónicos y la presencia  de ricos ajuares compuestos por armas de bronce y de hierro así como objetos metálicos de prestigio de procedencia mediterránea (fenicios primeramente y después griegos y etruscos).

Sección teórica de un túmulo de cista excéntrica, tipico del Bajo Aragón.
La tumba de les Ferreres debió obedecer probablemente a este mismo modelo.

Del ajuar de la tumba de Les Ferreres se pueden inferir algunos aspectos representativos del contexto socioeconómico e ideológico de los inicios de época ibérica en el nordeste peninsular: el de la guerra (representado por las armas y la panoplia militar) y el del banquete (representado por el soporte de caldero, el caldero, el simpulum y quizás algunos vasos cerámicos). Por otra parte, queda patente la presencia de una clara estratificación social en cuya cúspide destacan las elites guerreras y militares. Estas elites, que disponen de viviendas singulares de carácter aristocrático como las casas-torre http://historiasdelbajoaragon.blogspot.com.es/2012/06/arquitectura-de-prestigio-y-elites.html, refuerzan su dominio gracias al control del comercio con los pueblos del mediterráneo.



Recreación teórica de la casa-torre de Tossal Montañés de Valdeltormo (Teruel)
del S. V a.C. Se asocia a élites aristocráticas y guerreras (Dibujo F. Riart)
 

Las jerarquías dominantes necesitarán recurrir, para su transmisión hereditaria y legitimación de privilegios, a la manipulación ideológica y es, en este sentido, en el que algunos investigadores han interpretado la circulación y ostentación de “antigüedades” y objetos de prestigio (como el soporte de caldero de Les Ferreres) por parte de dichas élites (Armada y Rovira 2011, 36).


Detalle de una estela ibérica decorada de El Palao de Alcañiz en la que se representa
un guerrero muerto junto a un jinete, buitres, cánidos y una mano.

  
BIBLIOGRAFIA

Armada, X.L. y Rovira, S. 2011, “El soporte de Les Ferres de Calaceite (Teruel): una revisión desde su tecnología y contexto”, Archivo Español de Arqueología, 84, Madrid, 9-41.
Cabré, J. 1908: “Hallazgos arqueológicos”. Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón. Año II, Septiembre y Octubre, Tortosa, 214 -244.
Cabré, J. 1942: “El thymiaterion céltico de Calaceite”. Archivo Español de Arqueología 15, Madrid, 181-198.
Graells, R. y Armada, X.-L. 2011: La tumba de Les Ferreres de Calaceite a partir de los materiales del Musée des Antiquités Nationales de Saint-Germain-en-Laye, Studi Etruschi. Vol. LXXIV-MMVIII, Florencia, 17-38.
Moret, P.; Benavente, J. A. y Gorgues, A. 2006: Iberos del Matarraña. Investigaciones arqueológicas en Valdeltormo, Calaceite, Cretas y La Fresneda (Teruel), Al-Qannis 11, Taller de Arqueología de Alcañiz - Casa de Velázquez, Alcañiz.
Rouillard, P. 1997: Antiquités de l’Espagne, Dépôt au Musée des Antiquités Nationales de Saint-Germain-en-Laye, Musée du Louvre – Département des Antiquités Orientales, Paris.
Vidiella, S. 1908: ”Estaciones prehistóricas”. Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón, Año II, Septiembre y Octubre, Tortosa, 201 -213.


lunes, 10 de diciembre de 2012

EL PRIMER ASEDIO DE ALCAÑIZ EN LAS GUERRAS CARLISTAS

La ciudad de Alcañiz fue sitiada por las tropas carlistas a lo largo del siglo XIX hasta tres veces (en 1838, 1847 y 1874) sin que ninguno de estos asedios llegara a tener éxito. En mayo de 1838 tuvo lugar el primero de ellos a cargo del general Cabrera. La documentación de la época describe con detalle el fallido intento de la toma de la ciudad.

Asalto a la población de Beceite (Teruel) en la primera guerra carlista.

La expansión del dominio carlista en Aragón
En enero de 1838 las tropas carlistas del general Cabrera controlaban la práctica totalidad del extenso territorio del Maestrazgo teniendo sus principales plazas y fortificaciones en Morella, Cantavieja y Beceite. El día 5 de marzo de ese año el ejército carlista llegó incluso a lanzar un inesperado ataque sobre Zaragoza que consiguió ser repelido por las fuerzas nacionales gracias al decisivo apoyo de la población local, claramente partidaria de la princesa Isabel.


El cinco de marzo de 1838 las tropas carlistas asaltaron por sorpresa la ciudad de Zaragoza.


No obstante, el general Cabrera, consciente tanto de su aislamiento como de la importancia de sus propios recursos, continuó por el Bajo Aragón su expansión militar tomando pocas semanas después las plazas de Calanda, Alcorisa y Samper de Calada y asaltando, sin éxito, las localidades de Alcañiz y Caspe (Rújula 1995, 109).  

Retrato del general carlista Ramón Cabrera


El asalto de Alcañiz
Poco años después de finalizada la primera guerra carlista se editó en Madrid una interesante obra que bajo, el título “Historia de la guerra última en Aragón y Valencia”, daría a conocer con detalle los numerosos  episodios sucedidos en ese territorio (Cabello, Santacruz y Temprado, 1846). Entre los numerosos acontecimientos bélicos de la época se describe el asedio de Alcañiz que transcribimos íntegramente:
 “En la noche del 1º de Mayo (Cabrera) circumbaló la población, se posesionó en el Cabezo del Cuervo y emboscó la mayor fuerza en los olivares por si intentaba la guarnición alguna salida. En la (noche) del 2 colocó la artillería a la falda del Cabezo en la pierna del Resalado contra el convento de San Francisco, y al día siguiente jugaron todas las piezas.


Detalle de una acuarela de Alcañiz en 1846 en la que se aprecia la zona en la que tuvo lugar el asalto a la ciudad. A la izquierda la silueta del cabezo del Cuervo y a la derecha el convento de San Francisco.

Quinientos tiros de bala y muchas bombas y granadas destrozaron el Convento y dejaron abierta una ancha brecha que cerraron los defensores durante la noche; pero al amanecer repitieron los disparos, y en la noche del 4 se desplomó una parte y sepultó un oficial y dos soldados.
Cabrera aprovechó esta coyuntura e introdujo en el convento medio batallón conducido por un fraile que había vivido en él muchos años, y por el igualmente práctico el cabecilla Bosque.

Detalle de un plano de la ciudad de Alcañiz en 1847. Abajo, a la derecha, la iglesia y convento de San Francisco.

Los Nacionales y guarnición conocieron cuanto perdían sino desalojaban a los facciosos, y volaron a reconquistar el convento. Dentro de los claustros se trabó un reñido combate que duró ms de una hora y en cual murieron cinco Nacionales y dos soldados, hasta que el teniente del Provincial de Burgos, D. Miguel Antón y el Sargento de Nacionales de Beceite, D. Domingo Foz, se pusieron a la cabeza de la tropa y Nacionales y con la espada y puñales en la mano, los echaron fuera dejando muertos al fraile y otros facciosos e hiriendo a la mayor parte.
Mientras eran rechazados del convento, otro batallón acometía por el Carmen y hasta llegó poner las escalas para el asalto, pero fue igualmente escarmentado por el nutrido fuego de los sitiados.


Vista de Alcañiz en 1847 desde el Este, pocos años después de la primera guerra carlista. Se aprecia el recinto amurallado de la ciudad con sus caminos y puertas de acceso.
 
Al día siguiente y cuando ya (Cabrera) levantaba su artillería por la venida del General Oraá intimó la rendición, pero sus defensores no la contestaron.
Alcañiz dio el primer Cabecilla de las facciones (1) y dio algunos facciosos durante la guerra pero dio también una Milicia valiente y entusiasta; y el vecindario sufrió con una resignación admirable todas las privaciones y calamidades, porque le hicieron pasar un bloqueo de dos años, y todas las atrocidades de Bosque y de Cabrera”. (Cabello et al. 1846, 51-53).


Excelente documento gráfico del principios del siglo XX con la iglesia y convento de San Francisco, en primer término, donde se encontraba una de las puertas de acceso a la ciudad.

 
Otra imagen de principios del siglo XX de la zona por la que tuvo lugar el asalto carlista de las tropas de Cabrera. Se aprecia con claridad el convento de San Francisco a la izquierda.


El bloqueo de la ciudad y el final de la primera guerra carlista
La ciudad de Alcañiz, tras el fallido intento de asalto, permanecería bloqueada y aislada hasta el final de la primera guerra carlista. El general Cabrera siguió, no obstante, con su política expansiva combatiendo contra los liberales en Maella y llegando a ocupar todo el territorio hasta la cuenca del Jalón y Calatayud.  A pesar del Convenio de Vergara, firmado en agosto de 1839  y considerado por Cabrera como una traición, el conflicto entre carlistas y liberales se mantuvo durante un tiempo en Aragón, Valencia y Cataluña. Finalmente Cabrera, cada vez más aislado y acorralado por las fuerzas gubernamentales, perdió en los primeros meses de 1840 las decisivas plazas de Cantavieja y Morella y huyó enfermo a Francia en julio de ese mismo año.  

Bella imagen del interior de la iglesia de San Francisco a principios del siglo XX cuando
todavía conservaba su carácter barroco

Tan solo seis años después tendría lugar una nueva insurrección carlista y de nuevo la guerra volvería a asolar las maltrechas poblaciones del Bajo Aragón y el Maestrazgo.


Campamento de la primera guerra carlista. Pintura de A. Ferrer Dalmau.


Notas:
(1)    Los autores se refieren a Joaquín Capapé, también conocido como el Royo de Alcañiz, quien se convertiría en el jefe principal de la insurrección carlista durante el trienio liberal (1820 – 1823 ) en el Bajo Aragón.

BIBLIOGRAFIA
Cabello, D. F., Santa Cruz, D. F. y Temprado, R.Mª, 1846: Historia de la Guerra última en Aragón y Valencia. Tomo II, Imprenta del Colegio de Sordomudos, Madrid.
Rújula, P. 1995: “Movimientos contrarrevolucionarios en el Bajo Aragón: realismo, carlismo y descontento campesino”, Al-Qannis, nº 5, pp.85-112

miércoles, 28 de noviembre de 2012

LA ELABORACIÓN Y ALMACENAMIENTO DEL ACEITE DE OLIVA EN EL SIGLO XVIII

Diversos textos del siglo XVIII, algunos de ellos inéditos, describen la forma de almacenar y prensar las olivas así como la conservación del aceite en el Bajo Aragón en la Edad moderna. La descripción de los métodos, técnicas y espacios utilizados presentan claras similitudes tanto con restos arqueológicos de época íbero-romana como con almazaras y bodegas tradicionales, lo que implica unas formas de producción del aceite sin apenas cambios durante casi dos milenios.  


Vista general de la prensa de viga del siglo XVIII de la almazara de Jaganta (Castellote, Teruel)


Un cultivo antiguo

El cultivo del olivo para la obtención de aceite en el territorio del Bajo Aragón está bien documentado desde, al menos, época romana.

Escena de de producción de aceite de oliva en una almazara de época romana

En los siglos III y IV de nuestra era se fecha la gran explotación agrícola de la Loma del Regadío de Urrea de Gaén (Teruel) en la que se documentan, junto a una rica villa tardo-romana adornada con pasillos porticados y lujosos mosaicos, una gran explotación fabril con nada menos que cinco prensas de viga de unos 12 metros de longitud, dos muelas olearias y grandes depósitos de almacenaje de líquidos lo que indica una producción de aceite (y quizás también vino) a gran escala. http://museo.deteruel.es/DPT/museoprovincial/home.nsf/documento/loma



Reconstrucción téorica de una prensa de viga en la villa romana de La loma del Regadío de Urrea de Gaén (Teruel)

Posiblemente el cultivo del olivo debió mantenerse en el Bajo Aragón sin grandes cambios, en lo que respecta a la producción, a lo largo de la Edad media. Sin embargo, a partir de la Edad moderna este cultivo y la producción de aceite experimentan un progresivo crecimiento prácticamente ininterrumpido hasta nuestros días. Una de las épocas de mayor impacto económico tuvo lugar durante los siglos XVIII y XIX.


Grabado que representa el trabajo de extracción del aceite en una almazara del siglo XVII

En 1798 el historiador Ignacio de Asso, al referirse al extenso partido de Alcañiz, afirmaba que “el aceite constituye la mayor riqueza de este país” (Asso 1798, 96) y calculaba la producción de toda la Tierra Baja en la importante cifra de 600.000 arrobas.

 
Aspecto de un olivar ocupando el fondo de una val en las inmediaciones de Alcañiz (Teruel)

  
El almacenamiento de la oliva y la calidad del aceite

El propio Ignacio de Asso, en su importante obra sobre la economía de Aragón en el siglo XVIII, aporta interesantes datos y detalles sobre la forma de tratar y almacenar las aceitunas tras la recolección lo que, a su juicio, perjudicaba la calidad del aceite:

 
Imagen de la recogida tradicional de la oliva en el Bajo Aragón


“La mayor parte de los olivos, que en ella (la Tierra Baja) se cultivan, es de la clase de los empeltres, y por consiguiente producen un aceite de superior calidad, cuando se logra moler la aceituna recién cogida: mas esto es muy difícil conseguirlo en grandes partidas, porque siendo crecidísima la cosecha de aceituna, y el número de prensas no correspondiente a su abundancia, es forzoso dejar el fruto en los algorines (trujales o depósitos), esperando el turno por espacio de 8, ó 9 meses. Los naturales acostumbran apisonar bien la oliva en los algorines para impedir el ingreso del aire, creyendo que con este medio se conserva mejor la oliva, y que rinde mas aceite la que tarda en molerse; mas en esto proceden con equivocación notoria, porque conteniendo la oliva principios inflamables, es imposible evitar la fermentación, y que esta vicie la calidad del aceite, como lo acredita la experiencia en el que se extrae de la aceituna, que permanece oprimida algunos meses. Por otra parte el fruto puesto en el fondo del algorín, que sufre la presión del superior, contiene en igual espacio mayor cantidad de pasta, y como éste es precisamente el que se muele el último, creen muchos erradamente, que produce más aceite, no reflexionando, que es efecto de entrar mayor porción de pasta en la medida”. (Asso 1798,103)
 
Olivas tras la recolección



La molienda de la oliva

El historiador bajoaragonés Mosén Evaristo Cólera (1772-1837) describe con detalle, en sus manuscritos inéditos, el procedimiento de la molienda de la oliva en el Bajo Aragón  a finales del siglo XVIII:

"Llegada la vez, las llevan (las olivas) al molino. Las cuentan por moladas, medida que suele ser de carga y media poco más o menos. Y después, las muelen con ruejos, bien movidos por caballerías, bien por agua. Luego ponen aquella pasta en la prensa y echándole agua caliente la aprietan y se destila el aceite en la pila inferior. Este método no es para hablarse, porque está ya bien sabido por todo el Reino. Aunque comúnmente se tiene por más ventajosa la prensa de rincón, yo pienso que en todo el partido no hay ninguna de esta especie. Pues todas son de romana, como dicen, o contrapeso…Aunque en la prensa de rincón se puede apretar más la pasta y sacar más aceite, yo entiendo que ésta será mejor para particulares, porque en molino público no la apretarían lo posible. Con estas otras para todo el mundo se aprieta igualmente, porque no prensan fuerzas humanas, sino el peso de la libra…"


Vista general del husillo y el contrapeso de la prensa de viga de Jaganta (Teruel)


El almacenamiento del aceite

De nuevo Mosén Evaristo Cólera detalla interesantes aspectos sobre la conservación del aceite en el Bajo Aragón a finales del siglo XVIII:
  

Bodega tradicional con tinajas de almacenamiento de aceite, vino o agua

El común modo de guardar el aceite en todos los pueblos de la Tierra Baja es ponerlo en tinajas en las bodegas…se suelen poner alrededor de la pared, en un banco que está también alrededor de ella. Después suelen tener de ordinario estas bodegas un pequeño declive o plano inclinado y bien limpio hasta el medio, en donde suele haber dos o tres tinajas debajo de tierra, para que en caso que se quiebre alguna venga por aquella inclinación a caer el aceite en las del medio. Pues por mil accidentes pueden romperse las tinajas, bien dando algún golpe, bien cayéndoles algún trozo de techo, bien por otra causa. Porque el aceite se mantenga limpio, no cayéndole mota alguna o tierra, tiene cada tinaja un tapador de madera o quizá del barro de quien ellas están hechas. Suelen ser grandes las tinajas, de veinte cántaros poco más o menos y fabricadas en Calanda, en donde ya dijimos que las hacían muy buenas y se distribuían por todo el Reino. El barro de este pueblo es muy acomodado para fabricarlas y como ya de inmemorial se hacen allí, tienen grande habilidad los que las trabajan para darle una acomodada hechura y punto del fuego, para que no se trasminen ni comuniquen su mal sabor a los licores que en ellas se pongan…"
 
Una tinaja enterrada en el centro de la bodega recoge los líquidos derramados

"Este método de conservar el aceite en tinajas es lo más común y más barato, pero se usan también bodegas con pilas ordenadas y bien cubiertas…Este licor se conserva mucho sin corromperse ni trastornarse y por toda esta tierra es de tan excelente calidad…ya he dicho que si tenía algún vicio provenía regularmente en el descuido de los que lo molían y manejaban.”


Representación del trabajo de extracción del aceite en  una almazara tradicional

Conclusiones

En relación con la producción de aceite de oliva en el territorio del Bajo Aragón cabe destacar que tanto las fuentes documentales como los restos arqueológicos y los estudios etnológicos indican el uso de unos métodos de recolección, almacenamiento, moltura de la oliva y conservación del aceite sin apenas cambios importantes desde época romana hasta los inicios del siglo XX.



Vista parcial del almacén excavado en el yacimiento íbero romano de El Palao de Alcañiz


Bibliografía

Asso, I. 1798: Historia de la Economía política de Aragón. Zaragoza. Reed. 1983, Ed. Guara, Zaragoza.
Colera, E. : "Rectificacion de los artículos de los pueblos y casas notables del partido de Alcañiz publicados por el Diccionario Geográfico Universal y Adiciones de los omitidos". Manuscrito inédito, P.P.Escolapios, Alcañiz.
Sobre el hallazgo del almacén del yacimiento de El Palao de Alcañiz véase el siguiente enlace:
http://historiasdelbajoaragon.blogspot.com.es/2012/07/descubierto-un-nuevo-almacen-en-el.html



lunes, 5 de noviembre de 2012

LOS ASOMBROSOS MILAGROS DE LA VIRGEN DEL PILAR EN ALCAÑIZ (TERUEL)

A lo largo del siglo XVII se documentan en España numerosos milagros atribuidos a la Virgen del Pilar cuya difusión coincide, curiosamente, con el proyecto y construcción del nuevo y enorme templo barroco dedicado a esa Virgen en Zaragoza. En la documentación de la época, además del famoso y espectacular milagro de Calanda, se describen otros dos sorprendentes y poco conocidos milagros ocurridos en Alcañiz.


Dibujo de la capilla del Pilar de Alcañiz en 1898 que aparece en el libro "Mesa revuelta" de E.J. Taboada


Primeras noticias sobre los milagros de Alcañiz
Las noticias más antiguas que conocemos sobre los Milagros de la Virgen del Pilar en Alcañiz datan de 1680 y proceden de la obra “Compendio de Milagros de Nuestra Señora de la Virgen del Pilar”  escrita por el canónigo de Zaragoza José Félix de Amada (De Amada 1680, 175 y 184). En esta obra se describen un total de 60 milagros de los cuales se refieren a Alcañiz los números IV y VIII y a Calanda el XXXXIV. Anteriormente a esta obra se publicaron otros libros sobre la Virgen del Pilar y sus milagros en los que se menciona el Milagro de Calanda sucedido en 1640 (De Fuertes 1654) pero ninguno de Alcañiz  (Murillo 1616).

Portada del libro de Félix de Amada sobre los milagros de la Virgen del Pilar editado en 1680

Los dos milagros de la Virgen del Pilar en Alcañiz
El Padre Amada refiere dos curiosos milagros obrados en Alcañiz por intercesión de la Virgen del Pilar sucedidos en distintas épocas: uno a principios del siglo XII y otro a mediados del siglo XVII. Su descripción abreviada es la siguiente:

Milagro IV
El primer milagro de la Virgen del Pilar en Alcañiz  tuvo lugar,  según el Padre Amada,   hacia 1120 (“recién ganada Zaragoza de los moros”).  La leyenda cuenta que los moros de Alcañiz  cautivaron a un joven cristiano de Zaragoza, hijo y “único consuelo” de una pobre viuda muy devota de la Virgen del Pilar, al que maltrataban y atormentaban constantemente.

Reo encadenado. Dibujo de Francisco de Goya, 1815.

Una noche el joven cautivo, desesperado por su sufrimiento, llamó a la Virgen del Pilar “suplicándole se dignase sacarlo de tan prolongada muerte”.  Tras caer rendido por el sueño el joven “oyó que una hermosa Señora, franqueando las puertas a la prisión, le dijo: Recoge hijo la cadena, y ven conmigo”. El joven obedeció, y siguiendo a su libertadora, “a pocos pasos se halló fuera de la Villa”, con la que caminó hasta el amanecer en dirección a Zaragoza llegando a una masada que entonces se llamaba “Mas de Bernat”. Los moros al percatarse de la huida del cautivo lo siguieron a caballo hasta alcanzarlo. El joven, al ver a los enfurecidos jinetes acercarse, dijo a la Señora: “Oh pecador de mí. Aquí vienen los Moros, que me matarán” y ella le contestó “Hijo no tengas miedo… y cubriéndolo con una punta de su manto, quedaron invisibles a los Moros”. Al día siguiente, al amanecer, la Virgen puso al joven, “que todavía tenía aprisionada la cadena a la garganta”, a la puerta de su casa y llamó a la madre para que lo recibiera.  Madre e hijo, atónitos por el prodigio, se abrazaron y lloraron y en agradecimiento por el favor concedido  fueron de rodillas hasta el Santuario de la Virgen en Zaragoza y depositaron frente a su imagen la cadena en memoria del Milagro.

Milagro VIII
Un individuo llamado Pedro de Sadón fue condenado a la horca por un hurto en la ciudad de Alcañiz (“entonces villa”). Hallándose al pie del patíbulo, que se encontraba junto al puente y la puerta de la muralla en el inicio de la actual calle Mayor, el ajusticiado pidió al verdugo que lo volviese de cara a la Virgen del Pilar de Zaragoza de la que era muy devoto. El verdugo aceptó la petición y el reo, de rodillas en el suelo, suplicó a la Virgen del Pilar que tuviera misericordia de su alma y de su vida.

Duro es el paso! . Desastres de la Guerra, 1863. Grabado de Goya con escena de ahorcamiento.

Sucedió a continuación el segundo Milagro de Alcañiz cuya descripción, que transcribimos literalmente, no tiene desperdicio: tras la oración “se ejecutó la sentencia estando suspendido del patíbulo por espacio de dos credos, teniéndolo los circunstantes por muerto; cuando a vista de todos, sin embargo de tener las manos atadas, las levantó, y muy concertadamente, se santiguó con la derecha, y después, con estar en el aire, sin tener en qué estribar los pies, se levantó tan en alto, que toda la cabeza sobrepasó a la viga de que pendía, repitiendo por tres veces esta acción, con tal violencia, que tronchó por medio el madero, que diez hombres muy esforzados, a todo su salvo, no lo consiguieran; y dio con los trozos en tierra, pensando cuantos concurrían al lastimoso acto, que se había estrellado del golpe, cuando oyeron, que con alentada voz dijo: Oh Santa María del Pilar, tú seas loada, que el alma me has tornado al cuerpo, verdaderamente, que ya estaba fuera”. Tras este extraordinario suceso el Justicia y los jurados que se encontraba allí acudieron al Comendador de Calatrava suplicando el perdón para el reo. La petición fue concedida y para que quedara constancia del milagro le entregaron al ajusticiado un documento de autenticidad con el que acudió a dar gracias a la Virgen del Pilar a Zaragoza presentándolo en el Santuario donde, según el padre Amada, se conservaba en 1680.


El fraile ahorcado. Otra impresionante pintura de Francisco de Goya con escena de ahorcamiento. Hacia 1810

De estos dos milagros será especialmente recordado por la tradición popular el segundo de ellos apareciendo mencionado posteriormente en numerosas obras de historiadores locales (Taboada 1898, 207).

¿Pero cuando ocurrió el milagro del ahorcado?
Sería interesante conocer la fecha exacta de este sorprendente milagro y su posible relación con el conocidísimo y cercano Milagro de Calanda que tuvo lugar, según la abundante e inusual documentación existente sobre el mismo, el día 29 de marzo de  1640.  La tradición sobre este excepcional e inédito milagro cuenta que, por intercesión de la Virgen del Pilar, le fue restituida a Miguel Pelllicer, un vecino de Calanda, la pierna que le había sido amputada tres años antes en Zaragoza http://www.enciclopedia-aragonesa.com/voz.asp?voz_id=2821

Fresco que representa el momento en el que los padres de Miguel Pellicer descubren la pierna restituida de su  hijo que había sido amputada tres años antes.

El milagro del cojo de Calanda tuvo una  enorme difusión en su época, no solo en España sino también en Europa, y contribuyó de forma decisiva para la obtención de apoyos y financiación en la reforma y construcción de la nueva basílica de Zaragoza.

El mísmísimo rey Pelipe IV besó la pierna milagrosa del calandino Miguel Pellicer

El P. Amada, en su obra sobre los Milagros de la Virgen del Pilar, dice que el milagro del ajusticiado de Alcañiz tuvo lugar cuando esta población todavía era “villa”, lo que implica que tuvo que ser anterior a 1652, año de concesión del título de Ciudad a esta población por el rey Felipe IV.  Así pues, parece probable que el milagro alcañizano tuviera lugar en los mismos años, o quizás poco después, del milagro de Calanda, a mediados del siglo XVII.

Los milagros de Calanda y Alcañiz y la construcción del templo del Pilar de Zaragoza
Cabe preguntarse por qué precisamente a lo largo del siglo XVII se divulgan o tienen lugar milagros tan espectaculares como los que la Virgen del Pilar obró en muchas localidades aragonesas (Amada 1680). En relación con Alcañiz y Calanda es interesante, a este respecto, la información aportada por el escritor Manuel Aramburu en 1766 cuando hace referencia a los inicios de la construcción del nuevo templo del Pilar y al apoyo del Rey Carlos II y de su hermanastro, Juan José de Austria, Virrey de Aragón, para la ejecución del proyecto.

El templo mudéjar del Pilar en 1647 antes de la gran reforma barroca. Pintura de Juan Bautista Martinez del Mazo.

Aramburu destaca que dicho Rey “además de haber librado cuatro mil y doscientos pesos para abrir las zanjas concedió por diez años a la nueva Fábrica los pingües beneficios de la Encomienda de Alcañiz, de la Orden de Calatrava, cuya gracia prorrogó otros 10 años en el 1700, en el que falleció”  (Aramburu 1766, 98). Es decir, la Encomienda aragonesa de Calatrava, bajo cuya jurisdicción se encontraban las localidades de Alcañiz y Calanda, aportó durante veinte años “pingües beneficios” a la construcción del nuevo templo del Pilar. Quizás se justificaran así las cuantiosas  aportaciones económicas y se compensaran los favores y el privilegio de los asombrosos milagros que la Virgen del Pilar obró en tierras bajoaragonesas.


Aspecto de la basílica del Pilar a comienzos del siglo XIX tras la finalización de la reforma barroca


La construcción de la capilla del Pilar de Alcañiz
El principal difusor del suceso del ajusticiado de Alcañiz fue el Padre Faci quien a mediados del siglo XVIII señaló que, tras el milagro del fallido suplicio, se colocó una imagen de la Virgen del Pilar sobre la puerta de la muralla que daba al puente viejo, en el comienzo de la actual calle Mayor (Faci 1739-1750, 312). La entonces puerta principal del recinto amurallado de Alcañiz debió tener una pequeña capilla (siguiendo el modelo de la época de portales-capilla) que era cuidado y mantenido por los vecinos.  El P. Faci afirma desconocer el momento en que la imagen de la Virgen del Pilar fue colocada en ese lugar señalando que  solo se sabe que fue después del suceso milagroso que refiere el doctísimo Amada” y que ya hemos referido antes.

Copia del texto del P. Faci en el que refiere el milagro del ahorcado de Alcañiz

En memoria de ese extraño suceso, y a petición de los vecinos de la zona, se construiría unas décadas después la capilla barroca del Pilar en el  mismo lugar en el que se situaba el patíbulo con la horca. En relación con la construcción de esta capilla se conserva un acta del Ayuntamiento de Alcañiz, fechado el 10 de febrero de 1736 (por cierto, el mismo año del inicio de la construcción de la iglesia barroca de Santa María en esta misma ciudad) por el cual el concejo de la ciudad autorizó la edificación de este pequeño templo junto al puente, así como el traslado al mismo de la imagen de la Virgen del Pilar que hasta entonces se veneraba en la capilla situada sobre la puerta de la muralla.

Grabado de Palomino con la vista septentrional de Alcañiz  realizado en 1779.

Detalle del grabado anterior en el en el que se aprecia perfectamente
 la puerta de la muralla y junto a ella la capilla del Pilar.


El nuevo templete, de estilo barroco, se mantuvo en pie hasta bien entrado el siglo XX existiendo diversos documentos gráficos sobre el mismo. Aunque en su interior se custodiaba la imagen de la Virgen del Pilar el decreto municipal de su aprobación especificaba que no se podía celebrar misa. Su mantenimiento corría a cargo de los vecinos de la calle Mayor.


Aspecto de la capilla del Pilar de Alcañiz a principios del siglo XX



Vista de Alcañiz a principios del siglo XX con la capilla del Pilar situada frente a la calle Mayor.

Tras su demolición completa en los años 30 ó 40 del siglo XX (por motivos que desconocemos) sería sustituido más tarde por otros monumentos conmemorativos que los alcañizanos todavía utilizan cada 12 de octubre para la celebración de la festividad del Pilar.  


Monumento conmemorativo a la Virgen del Pilar en Alcañiz.. Años 90 del siglo XX.


Hace unos años se eliminó el anterior monumento conmemorativo a la Virgen del Pilar
 para sustituirlo por el actual que aparece en la foto


BIBLIOGRAFIA
Amada, J.F. 1680: Compendio de los Milagros de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, Zaragoza.
Aramburu, M.V. 1766: Historia Chronológica de la santa, angélica y apostólica capilla de Nuestra Señora del Pilar de la ciudad de Zaragoza. Zaragoza
De Fuertes y Biota, A. 1654: Historia de Nuestra Señora del Pilar. Zaragoza
Faci, R.A. 1739-150: Aragón, Reino de Christo y dote de Mª Santíssima. Edic. facsímil, Gobierno de Aragón, Zaragoza 1979, 312-31.
Murillo, D. 1616: Fundación milagrosa de la capilla angélica y apostólica de la Madre de Dios del Pilar. Zaragoza
Taboada, E.J. 1898: Mesa Revuelta. Apuntes de Alcañiz. Alcañiz, 207-208.