miércoles, 19 de diciembre de 2012

"LES FERRERES" DE CALACEITE (TERUEL): UNA TUMBA IBÉRICA CON UN AJUAR EXCEPCIONAL

En agosto de 1903 un campesino de Calaceite (Teruel) descubrió casualmente una tumba de época ibérica que contenía un ajuar excepcional compuesto por varias piezas metálicas, actualmente dispersas, que se han expuesto en museos tan importantes como el Louvre de París,  el Museo del Prado o el Arqueológico Nacional de Madrid, entre otros. La tumba, fechada a mediados del siglo VI a.C., debió pertenecer probablemente a un guerrero de elevada posición social.



El soporte de caldero de la tumba de Les Ferreres de Calaceite,
 según un dibujo de Juan Cabré publicado en 1908
 

Un hallazgo inesperado y una ubicación concreta desconocida
Julio Pastor, un campesino calaceitano, descubrió mientras labraba en una finca de su propiedad en la partida de Les Ferreres (llamada así por la habitual aparición de objetos o restos metálicos) un extraordinario conjunto de piezas metálicas pertenecientes a una tumba de época ibérica. Pocos años después el erudito local, Santiago Vidiella, describía en el Boletín de Geografía e Historia del Bajo Aragón, del que era director, el contenido y las circunstancias del hallazgo:



Cista de un túmulo funerario ibérico en la comarca del Matarraña.
 La tumba de Les Ferreres debió tener un aspecto similar al de la foto.

“Dos pedruscos sin aderezo ni labor de ninguna clase, ocultaban un portaluz de bronce, una coraza del propio metal, otras armas de hierro y algunos vasos térreos, estos en pequeña cantidad. El candelabro apareció quebrado en grandes y pequeñas porciones, aunque fácilmente reintegrable a su primitiva forma… Mas apurada apareció la coraza, bellamente repujada. También las armas de hierro volvieron a la luz del día muy deformadas por la oxidación, aunque en alguna hoja descubríanse los dos filos y las empuñaduras mostraban haber tenido revestimientos laterales de materia más caduca, tal vez cuerno o hueso y más seguro madera. Los fragmentos cerámicos no podían dar razón de la forma de los vasos” (Vidiella 1908, 208)
En ese mismo Boletín el joven Juan Cabré, recién iniciado en el mundo de la arqueología y oriundo también de la misma localidad, añadía algunos detalles sobre la localización del hallazgo:



Panorámica general, tomada desde la cima del cabezo de San Antonio de Calaceite,
de la zona donde apareció la tumba y el ajuar de Les Ferreres.

“De la falda del monte de San Antonio arranca en dirección S.O. una zona muy señalada con toda clase de objetos pre-romanos, como si respondiera a la dirección de una ruta o vía, que en todo caso no debió apartarse mucho del actual camino vecinal de Santa Ana. Pasa por el campo de Justo Pastor; parece ensancharse en las cercanías de la ermita de aquella Santa, donde hay una rica fuente; cruza el barranco de Calapatá; nuevamente se detiene en Castellans… y luego tuerce, probablemente, hacia el S. buscando a Cretas y Valderrobres… Estoy convencido de que el depósito contenía el ajuar funerario de un guerrero ibérico, enterrado al lado de la urna de sus cenizas; y podría asegurarse que las losas que lo cubrían constituyeron la caja de uno de los muchos túmulos que hubo en la región”  (Cabré 1908, 229)

 
Autorretrato de Juan Cabré, 1907. En esa época el futuro arqueólogo
 se consideraba a sí mismo como "pintor histórico"


En la actualidad se desconoce el lugar exacto del hallazgo. Posiblemente se ubicaría en alguna de las parcelas actualmente dedicadas al cultivo del olivo en la partida de Les Umbríes, cerca de la ermita de Santa Ana, a menos de 3 kms al sur de la localidad de Calaceite (Teruel).


Las vicisitudes de un ajuar excepcional
A los pocos meses del hallazgo, Julio Pastor, el descubridor del ajuar, vendió la mayor parte de los materiales a un anticuario de Zaragoza. Muy pronto todas estas piezas llegaron al mercado de antigüedades de Madrid donde comenzó su dispersión. El historiador Antonio Vives adquirió la coraza, mientras que el extraordinario soporte de caldero (incorrectamente conocido como thymiaterion o quemador de incienso) apareció al poco tiempo, en 1906, en el Museo del Louvre de París donde fue parcialmente restaurado. Investigaciones recientes han confirmado que en el mismo lote llevado a Francia se encontraban las asas y algunos restos de un caldero así como otros fragmentos metálicos que hoy se encuentran depositados en el Museo de Saint-Germain-en-Laye (Rouillard 1997, 134; Graells y Armada 2011).


La Dama de Elche expuesta en el Museo del Prado en 1941 junto con otras piezas devueltas
 por el gobierno francés, entre ellas el soporte de Calaceite.

El soporte de caldero de Calaceite regresó a España en 1941 junto con la Dama de Elche, las coronas de Guarrazar y otras excepcionales piezas arqueológicas gracias a un acuerdo de alto contenido político firmado ese año entre Francia y España. Tras ser expuesto durante unos meses en el Museo del Prado el soporte pasó finalmente al Museo Arqueológico Nacional donde actualmente se conserva. Por su parte, la coraza adquirida por Antonio Vives fue depositada en el Museo de Menorca, su localidad natal, donde permaneció hasta el año  2007 cuando fue cedida al Museo Teruel donde actualmente se expone. Los fragmentos de espadas y los restos cerámicos se encuentran perdidos o en paradero desconocido.

El contenido del ajuar
Aunque son muy abundantes los estudios y publicaciones sobre el ajuar de la tumba de Les Ferreres de Calaceite (especialmente los relacionados con el soporte) no ha sido hasta recientemente cuando, tras el estudio de los fragmentos conservados en París, se han aportado significativas novedades sobre el mismo (Graells y Armada, 2011). A la luz de las últimas investigaciones este ajuar estaba compuesto por las siguientes piezas:



El ajuar metálico de la tumba de Les Ferreres de Calaceite (Teruel),
segun las recientes investigaciones de R. Graells y X. L. Armada.
 

El soporte: Se trata de un soporte de caldero de unos 35 cm de altura formada por dos platos cónicos de aros calados (uno en la base y otro en la parte superior) que se unen mediante un vástago o columna central apoyada sobre un caballo cuyas patas se asientan en los aros del plato inferior. Tanto los aros como la columna central se decoran con trenzados o motivos en espiga. La pieza, de extraordinaria factura, se utilizaba como soporte de vasos metálicos que contendría líquidos o sustancias aromáticas como incienso.  Recientes estudios consideran que este tipo de soportes se elaboraron en talleres artesanales del NE español e SE de Francia hacia la primera mitad del siglo VI a.C. (Armada y Rovira 2011, 33)



Aspecto actual del soporte de caldero expuesto en el Museo Arqueológico Nacional
 
La coraza: Pieza, a modo de peto sin espaldar, elaborada sobre una chapa metálica de 1 mm de grosor que presenta en su perímetro exterior varias líneas de puntos perforados para facilitar su costura a una protección interior de piel o textil. La coraza está finamente repujada y decorada con círculos concéntricos y peltas.



Restos conservados de la coraza de Les Ferreres de Calaceite, actualmente expuestos
en el Museo de Teruel. (Foto Museo de Teruel)
 
Las grebas: Algunos de los restos de chapa conservados en el Museo de Saint-Germain-en-Laye se han relacionado con elementos de panoplia defensiva y se identifican con seguridad como fragmentos de grebas o protectores metálicos de la parte delantera de las piernas, desde las rodillas hasta el pie.

Las dos espadas: Por las descripciones del hallazgo se asocian a ejemplares de hoja recta y empuñadura de lengüeta plana relacionadas con tipos de origen meridional.


Guerrero íbero que porta coraza repujada, espada de empuñadura de lengueta y grebas para proteger las piernas. Basado en los hallazgos de Les Ferreres de Calaceite (Dibujo de C. Fernández del Castillo).
 

El vaso con asas. Los restos conservados en el Museo de Sant-Germain-en-Laye, consisten en fragmentos de chapas y de al menos tres asas de bronce de un recipiente metálico de perfil abierto, posiblemente un caldero de tipología etrusca que pudo ser fabricado en Italia central.

El simpulum: Los fragmentos conservados en París pertenecen a un mango de cazo, con una superficie lisa y la otra decorada por una serie de puntos laterales. Estas piezas suelen ser habituales en tumbas con armas e importaciones mediterráneas.




Simpulum, cazo o cucharón del siglo V a.C. de procedencia griega.
Se utilizaba para servir y mezclar vino
 
Las cerámicas: Las descripciones del hallazgo mencionan restos cerámicos pero, ante su ausencia, no es posible deducir si se depositó en la tumba una sola urna funeraria o si contenía otros vasos cerámicos.



Cronología y significado

La cronología de la tumba de Les Ferreres ha sido objeto de un largo debate pero las últimas investigaciones coinciden en situarla en las décadas centrales del siglo VI a.C. teniendo algunos claros paralelos con otras tumbas de guerreros destacados o de alta posición social del NE peninsular y el Languedoc  francés. Estas tumbas tienen algunos rasgos comunes como la ausencia de elementos arquitectónicos y la presencia  de ricos ajuares compuestos por armas de bronce y de hierro así como objetos metálicos de prestigio de procedencia mediterránea (fenicios primeramente y después griegos y etruscos).

Sección teórica de un túmulo de cista excéntrica, tipico del Bajo Aragón.
La tumba de les Ferreres debió obedecer probablemente a este mismo modelo.

Del ajuar de la tumba de Les Ferreres se pueden inferir algunos aspectos representativos del contexto socioeconómico e ideológico de los inicios de época ibérica en el nordeste peninsular: el de la guerra (representado por las armas y la panoplia militar) y el del banquete (representado por el soporte de caldero, el caldero, el simpulum y quizás algunos vasos cerámicos). Por otra parte, queda patente la presencia de una clara estratificación social en cuya cúspide destacan las elites guerreras y militares. Estas elites, que disponen de viviendas singulares de carácter aristocrático como las casas-torre http://historiasdelbajoaragon.blogspot.com.es/2012/06/arquitectura-de-prestigio-y-elites.html, refuerzan su dominio gracias al control del comercio con los pueblos del mediterráneo.



Recreación teórica de la casa-torre de Tossal Montañés de Valdeltormo (Teruel)
del S. V a.C. Se asocia a élites aristocráticas y guerreras (Dibujo F. Riart)
 

Las jerarquías dominantes necesitarán recurrir, para su transmisión hereditaria y legitimación de privilegios, a la manipulación ideológica y es, en este sentido, en el que algunos investigadores han interpretado la circulación y ostentación de “antigüedades” y objetos de prestigio (como el soporte de caldero de Les Ferreres) por parte de dichas élites (Armada y Rovira 2011, 36).


Detalle de una estela ibérica decorada de El Palao de Alcañiz en la que se representa
un guerrero muerto junto a un jinete, buitres, cánidos y una mano.

  
BIBLIOGRAFIA

Armada, X.L. y Rovira, S. 2011, “El soporte de Les Ferres de Calaceite (Teruel): una revisión desde su tecnología y contexto”, Archivo Español de Arqueología, 84, Madrid, 9-41.
Cabré, J. 1908: “Hallazgos arqueológicos”. Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón. Año II, Septiembre y Octubre, Tortosa, 214 -244.
Cabré, J. 1942: “El thymiaterion céltico de Calaceite”. Archivo Español de Arqueología 15, Madrid, 181-198.
Graells, R. y Armada, X.-L. 2011: La tumba de Les Ferreres de Calaceite a partir de los materiales del Musée des Antiquités Nationales de Saint-Germain-en-Laye, Studi Etruschi. Vol. LXXIV-MMVIII, Florencia, 17-38.
Moret, P.; Benavente, J. A. y Gorgues, A. 2006: Iberos del Matarraña. Investigaciones arqueológicas en Valdeltormo, Calaceite, Cretas y La Fresneda (Teruel), Al-Qannis 11, Taller de Arqueología de Alcañiz - Casa de Velázquez, Alcañiz.
Rouillard, P. 1997: Antiquités de l’Espagne, Dépôt au Musée des Antiquités Nationales de Saint-Germain-en-Laye, Musée du Louvre – Département des Antiquités Orientales, Paris.
Vidiella, S. 1908: ”Estaciones prehistóricas”. Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón, Año II, Septiembre y Octubre, Tortosa, 201 -213.


lunes, 10 de diciembre de 2012

EL PRIMER ASEDIO DE ALCAÑIZ EN LAS GUERRAS CARLISTAS

La ciudad de Alcañiz fue sitiada por las tropas carlistas a lo largo del siglo XIX hasta tres veces (en 1838, 1847 y 1874) sin que ninguno de estos asedios llegara a tener éxito. En mayo de 1838 tuvo lugar el primero de ellos a cargo del general Cabrera. La documentación de la época describe con detalle el fallido intento de la toma de la ciudad.

Asalto a la población de Beceite (Teruel) en la primera guerra carlista.

La expansión del dominio carlista en Aragón
En enero de 1838 las tropas carlistas del general Cabrera controlaban la práctica totalidad del extenso territorio del Maestrazgo teniendo sus principales plazas y fortificaciones en Morella, Cantavieja y Beceite. El día 5 de marzo de ese año el ejército carlista llegó incluso a lanzar un inesperado ataque sobre Zaragoza que consiguió ser repelido por las fuerzas nacionales gracias al decisivo apoyo de la población local, claramente partidaria de la princesa Isabel.


El cinco de marzo de 1838 las tropas carlistas asaltaron por sorpresa la ciudad de Zaragoza.


No obstante, el general Cabrera, consciente tanto de su aislamiento como de la importancia de sus propios recursos, continuó por el Bajo Aragón su expansión militar tomando pocas semanas después las plazas de Calanda, Alcorisa y Samper de Calada y asaltando, sin éxito, las localidades de Alcañiz y Caspe (Rújula 1995, 109).  

Retrato del general carlista Ramón Cabrera


El asalto de Alcañiz
Poco años después de finalizada la primera guerra carlista se editó en Madrid una interesante obra que bajo, el título “Historia de la guerra última en Aragón y Valencia”, daría a conocer con detalle los numerosos  episodios sucedidos en ese territorio (Cabello, Santacruz y Temprado, 1846). Entre los numerosos acontecimientos bélicos de la época se describe el asedio de Alcañiz que transcribimos íntegramente:
 “En la noche del 1º de Mayo (Cabrera) circumbaló la población, se posesionó en el Cabezo del Cuervo y emboscó la mayor fuerza en los olivares por si intentaba la guarnición alguna salida. En la (noche) del 2 colocó la artillería a la falda del Cabezo en la pierna del Resalado contra el convento de San Francisco, y al día siguiente jugaron todas las piezas.


Detalle de una acuarela de Alcañiz en 1846 en la que se aprecia la zona en la que tuvo lugar el asalto a la ciudad. A la izquierda la silueta del cabezo del Cuervo y a la derecha el convento de San Francisco.

Quinientos tiros de bala y muchas bombas y granadas destrozaron el Convento y dejaron abierta una ancha brecha que cerraron los defensores durante la noche; pero al amanecer repitieron los disparos, y en la noche del 4 se desplomó una parte y sepultó un oficial y dos soldados.
Cabrera aprovechó esta coyuntura e introdujo en el convento medio batallón conducido por un fraile que había vivido en él muchos años, y por el igualmente práctico el cabecilla Bosque.

Detalle de un plano de la ciudad de Alcañiz en 1847. Abajo, a la derecha, la iglesia y convento de San Francisco.

Los Nacionales y guarnición conocieron cuanto perdían sino desalojaban a los facciosos, y volaron a reconquistar el convento. Dentro de los claustros se trabó un reñido combate que duró ms de una hora y en cual murieron cinco Nacionales y dos soldados, hasta que el teniente del Provincial de Burgos, D. Miguel Antón y el Sargento de Nacionales de Beceite, D. Domingo Foz, se pusieron a la cabeza de la tropa y Nacionales y con la espada y puñales en la mano, los echaron fuera dejando muertos al fraile y otros facciosos e hiriendo a la mayor parte.
Mientras eran rechazados del convento, otro batallón acometía por el Carmen y hasta llegó poner las escalas para el asalto, pero fue igualmente escarmentado por el nutrido fuego de los sitiados.


Vista de Alcañiz en 1847 desde el Este, pocos años después de la primera guerra carlista. Se aprecia el recinto amurallado de la ciudad con sus caminos y puertas de acceso.
 
Al día siguiente y cuando ya (Cabrera) levantaba su artillería por la venida del General Oraá intimó la rendición, pero sus defensores no la contestaron.
Alcañiz dio el primer Cabecilla de las facciones (1) y dio algunos facciosos durante la guerra pero dio también una Milicia valiente y entusiasta; y el vecindario sufrió con una resignación admirable todas las privaciones y calamidades, porque le hicieron pasar un bloqueo de dos años, y todas las atrocidades de Bosque y de Cabrera”. (Cabello et al. 1846, 51-53).


Excelente documento gráfico del principios del siglo XX con la iglesia y convento de San Francisco, en primer término, donde se encontraba una de las puertas de acceso a la ciudad.

 
Otra imagen de principios del siglo XX de la zona por la que tuvo lugar el asalto carlista de las tropas de Cabrera. Se aprecia con claridad el convento de San Francisco a la izquierda.


El bloqueo de la ciudad y el final de la primera guerra carlista
La ciudad de Alcañiz, tras el fallido intento de asalto, permanecería bloqueada y aislada hasta el final de la primera guerra carlista. El general Cabrera siguió, no obstante, con su política expansiva combatiendo contra los liberales en Maella y llegando a ocupar todo el territorio hasta la cuenca del Jalón y Calatayud.  A pesar del Convenio de Vergara, firmado en agosto de 1839  y considerado por Cabrera como una traición, el conflicto entre carlistas y liberales se mantuvo durante un tiempo en Aragón, Valencia y Cataluña. Finalmente Cabrera, cada vez más aislado y acorralado por las fuerzas gubernamentales, perdió en los primeros meses de 1840 las decisivas plazas de Cantavieja y Morella y huyó enfermo a Francia en julio de ese mismo año.  

Bella imagen del interior de la iglesia de San Francisco a principios del siglo XX cuando
todavía conservaba su carácter barroco

Tan solo seis años después tendría lugar una nueva insurrección carlista y de nuevo la guerra volvería a asolar las maltrechas poblaciones del Bajo Aragón y el Maestrazgo.


Campamento de la primera guerra carlista. Pintura de A. Ferrer Dalmau.


Notas:
(1)    Los autores se refieren a Joaquín Capapé, también conocido como el Royo de Alcañiz, quien se convertiría en el jefe principal de la insurrección carlista durante el trienio liberal (1820 – 1823 ) en el Bajo Aragón.

BIBLIOGRAFIA
Cabello, D. F., Santa Cruz, D. F. y Temprado, R.Mª, 1846: Historia de la Guerra última en Aragón y Valencia. Tomo II, Imprenta del Colegio de Sordomudos, Madrid.
Rújula, P. 1995: “Movimientos contrarrevolucionarios en el Bajo Aragón: realismo, carlismo y descontento campesino”, Al-Qannis, nº 5, pp.85-112