lunes, 18 de febrero de 2013

ATROCIDADES Y CANIBALISMO DURANTE LA PRIMERA GUERRA CARLISTA EN BECEITE (TERUEL)

La pequeña localidad de Beceite (Teruel) fue escenario durante el invierno de 1837-38 de una de las más horrendas historias de maltrato y crueldad en el trato de prisioneros de la España del siglo XIX. Las tropas carlistas apresaron en la batalla de Villar de los Navarros (Zaragoza) a más de 1.500 soldados del ejército liberal. En apenas 7 meses, y antes del canje de los supervivientes, ya habían perecido tres cuartas partes a causa del hambre, el frío, las enfermedades y las ejecuciones. Muchos de los prisioneros tuvieron que recurrir al canibalismo para sobrevivir.

 
Detalle de un grabado de Miranda que representa a los "Prisioneros de Herrera" durante su estancia en Beceite.


La batalla y los prisioneros de Herrera de los Navarros

El 25 de agosto de 1837 tuvo lugar en las proximidades de la localidad zaragozana de Villar de los Navarros (en la actual comarca Campo de Belchite) una terrible batalla en la que las tropas carlistas derrotaron al ejército liberal. Las fuentes documentales de la época describen con precisión la batalla y la toma de prisioneros:

De lo que resultó caer prisioneros el Brigadier D. Ramón Solano, ochenta y cuatro oficiales, sesenta sargentos, y sobre mil quinientos soldados, de los cuales a los de la quinta del 36 les hicieron tomar las armas (para defender la causa carlista) como a unos cuatrocientos. Fuimos conducidos aquella noche a Herrera y Villar de los Navarros, en cuyos caminos nos despojaron de nuestras ropas y dinero, dejándonos enteramente en cueros (Cabello et alii 1845, 291).

Así comenzó la terrible odisea de los llamados "prisioneros de Herrera" que adquirieron gran celebridad en toda España. El relato de este trágico viaje hasta su liberación, mediante el canje por otros prisioneros, se ha conservado gracias al “Diario de los padecimientos sufrido por los prisioneros de la acción de Herrera” escrito por el subteniente del Regimiento de Infantería de Córdoba, don Juan Manuel Martín. Este diario, fechado el 1 de abril de 1838 y firmado conjuntamente por 30 oficiales liberales supervivientes, se publicó como documento anexo en las más importantes obras históricas sobre la Primera guerra carlista  (Cabello et alii 1845, 289; Pirala 1868, 359).

 
Representación de una batalla entre los ejercitos isabelino y carlista. 


El traslado a Beceite

El día 26 de agosto de 1838 partió del Villar una enorme columna compuesta por 11.000 soldados de infantería y 1.500 jinetes del ejército carlista junto con los prisioneros, muchos de ellos heridos y todos totalmente desnudos, en dirección al Maestrazgo y la localidad de Cantavieja, uno de los baluartes del general Cabrera.



Enfrentamientos entre los ejércitos carlista e isabelino en un núcleo urbano.


Cuando los prisioneros de Herrera fueron llevados a Cantavieja, entraron todos descalzos y muchos cubriendo sus carnes con un pedazo de esparto. Para que no escitaran la compasión de los habitantes fueron llevados al convento de Montesanto de Villarluengo, donde se les incomunicó, y a donde no pudieron llegar ni las madres que llevaban a sus hijos un pedazo de pan o una camisa. (Cabello et alii 1845, 136).

El día 30 de agosto los prisioneros llegaron a Cantavieja aunque fueron trasladados  dos días después a Villarluengo donde permanecieron hasta el 10 de septiembre. Tras regresar de nuevo a Cantavieja, los prisioneros fueron encerrados y hacinados en oscuros calabozos sin recibir apenas raciones de comida hasta el día 24 cuando el ejército carlista decidió trasladarlos a Beceite ante la noticia de que el general isabelino Oráa trataba de sitiar la fortaleza. El camino a pie seguido por la columna de prisioneros transcurrió por las localidades de Olocau, Luco, Santolea, Las Parras, Monroyo, Peñarroya y Valderrobres.


Otro grabado de Miranda que ilustra el libro "Historia de la guerra última en Aragón y Cataluña" (Cabello et alii,1845). La escena representa el viaje de los prisioneros desde Cantavieja a Beceite.

Escuálidos y enfermos como estaban fueron llevados a Beceite y en el camino murieron asesinados más de doscientos. El que se sentaba cansado, moría a bayonetazos: al que caía desfallecido le aplastaban la cabeza con grandes piedras que descargaban los conductores. Así murió el Juez de 1ª Instancia de Híjar, D. Ramón Alcalde, y así murieron muchos soldados y oficiales. En esas marchas enfermó de muerte el Coronel Alonso, fatigado de llevar en hombros a soldados que se rendían al cansancio, y que habrían perecido sin su auxilio (Cabello et alii 1845, 137)

Detalle del grabado anterior. El oficial que lleva a sus hombros a un soldado (a la derecha)
 representa al coronel Alonso.


La columna de prisioneros, custodiada por el Comandante del 5º Batallón de Aragón, Juan Pellicer, llegó a Beceite el día 12 de noviembre tras recorrer otras localidades próximas como Valderrobres (donde se extendió una epidemia de tifus que produjo una gran mortandad), Horta de San Juan y Arnes. El día anterior a la llegada a Beceite, en unas masadas próximas a esa población, “fueron fusilados más de 40 soldados que debilitados por el hambre no podía andar”. La comida que recibían los prisioneros apenas llegaba a media ración de pan diaria y muchos días no recibían ninguna.


La estancia en Beceite y los episodios de canibalismo

Los prisioneros de la Batalla de Herrera estuvieron en Beceite desde el día 12 de noviembre de 1837 hasta el 1 de febrero de 1838 encerrados en distintos edificios y recintos como el juego de pelota y algunas casas del centro de la población o de las afueras que fueron fortificadas. Durante esos 74 días las muertes por enfermedad, hambre, frío y maltrato fueron constantes produciéndose entre 8 y 15 bajas diarias y llegando a alcanzar varios días la escalofriante cifra de 30 muertos (Pirala 1868, 332). En el diario citado del subteniente Juan Manuel Martín, del que extractamos a continuación algunos fragmentos, se describen las horribles condiciones de vida de los desgraciados prisioneros:



Ilustración que representa la toma de Beceite por la tropas carlistas en agosto de 1834.

  
Diciembre de 1837

Día 4. Hasta este día nada hubo, pero fue horrorosa la mortandad de soldados que hacía más de doce días que no habían tomada ración de pan. Tal era su hambre, miseria y mal trato, que ni aún leña les daban para guisar como libra y media de patatas, que era su única ración y se las comían crudas; se vieron obligados a quitar las vigas del techo donde habitaban, quedándose sin remedio expuestos a la intemperie, de cuyas resultas saliendo al balcón a implorar de los vecinos (de Beceite) algunos socorros, se desplomó éste, resultando quince muertos y muchos estropeados.

Día 7. Sigue la misma mortandad; y se hundió un piso de la casa donde estaba la infeliz tropa, y entre muertos y heridos se desgraciaron más de 50 hombres.

Día 28. Este día no recibimos ración alguna, y la mortandad de soldados llegó hasta a veinte y dos hombres. Tal era el hambre, la miseria y desnudez que al que tenía un solo ochavo le asesinaban por quitárselo; si algún soldado salía a trabajar a la obras de fortificación, recogían los huesos que encontraban por la calle, y molidos con una piedra se los comían. Llegó a tal extremo su necesidad, que ocultaban los cadáveres de sus compañeros y se comían sus carnes asadas a la luz de los candiles.



Bandera del General Cabrera en la primera guerra carlista.


Enero de 1838

Día 1. En este día se nos dio media ración; la mortandad de soldados subió a veinte y cinco, y los que existen, no son ya hombres sino cadáveres, no se conocen unos a otros, no hay humanidad entre ellos, han perdido su sentido común y casi se mueven como por máquina…  

Día 2. Continua la mortandad en la clase de tropa en número excesivo, y no se nos dio ración.

Día 3. Hoy murieron veinte y dos soldados, y no se nos dio una cuarta parte de ración.


Los prisioneros, acosados por el hambre, devoran los cadáveres de sus compañeros.

Día 4. No se nos dio ración alguna, y la mortandad fue horrorosa. El hambre les obligó a convertirse en fieras, arrojándose sobre los cadáveres de sus compañeros, y cortándoles sus carnes se las comían crudas; sus cabezas fueron machacadas y extraídos los sesos… quince días hacía que no recibían ración alguna.

Día 5. Cuarta parte de ración. Murieron catorce soldados y encuentran dos cadáveres casi descarnados.

Día 6.  Los anales de la historia deben contar este día por lo horroroso; la mortandad subió a treinta soldados que fueron muertos a palos porque pedían de comer, llegando a tal extremo su necesidad que ya comían los cadáveres de sus compañeros como si fuera parte de ración. Los infames que los custodian encuentran los cadáveres descarnados, y acusándolos de inhumanos e irreligiosos, fusilan nueve individuos que lo solicitaban; todos ansían morir, pero ni aun esto se les concede por ahora…

Grabado de Miranda que representa el descubrimiento de las prácticas caníbales de los prisioneros isabelinos y su castigo por parte de los guardias carlistas.


Día 16. Desde el 13 hasta hoy, murieron quince soldados, y apenas se nos daban tres onzas de harina de ración. En este día fue llamado por Cabrera el señor brigadier Solano, el que marchó a Cretas para verse con él y tratar del canje.

A finales de este mes, el 25 de enero, los carlistas, bajo el mando del general Cabrera, tomaron la ciudad de Morella completando de esta forma, junto con Cantavieja y Beceite, el control del agreste territorio del Maestrazgo.


La ciudad de Morella y sus inexpugnables fortificaciones durante la primera guerra carlista.

El socorro de los vecinos de Beceite

Un grupo de más de cien testigos presenciales de los hechos, vecinos de Beceite, describieron en un breve informe los terribles padecimientos de los prisioneros de la Batalla de Herrera (Cabello et alii 1845, 312).

Los pocos vecinos que había en el pueblo, sin embargo de que carecían de medios porque los facciosos les robaban cuanto podían, y de que era un crimen socorrer a un prisionero, se portaron bastante bien, y muchos socorrieron ocultamente a los dichos prisioneros, en especial a los Señores oficiales.

 
Retrato del general carlista Ramón Cabrera, conde de Morella.


El camino hacia la liberación

El 1 de febrero de 1838 los prisioneros salieron de Beceite en dirección a Peñarroya y Morella sorprendiéndoles la nieve y el hielo por el camino. Los carlistas fusilaron a los soldados que no podían continuar. En Peñarroya permanecieron durante varios días apenas 200 soldados supervivientes.

De mil doscientos (soldados) que habían ido al depósito de Beceite, solo salieron doscientos para Peñarroya; y en el acto de marchar entresacaron a treinta de los más escuálidos que apenas podían tenerse en pie, los acercaron a una zanja abierta en el huerto de D. Ignacio Micolau, y a tiros y a bayonetazos, y muertos o a medio morir, los precipitaban en la hoya y los enterraban. (Cabello et alii 1845, 138).


Las tropas carlistas trasladando a prisioneros isabelinos.


Las penalidades de los prisioneros continuaron todavía durante varias semanas según refleja el diario del subteniente Juan Martín:

Día 16 (de febrero). Había llegado tan a su colmo el hambre de los soldados que quedaban que parecían ya fieras; no conocían a su oficiales, no pensaban en nada más que en pedir pan; si los comisionados tenían pan en la mano para repartirlo, se abalanzaban a ellos, y aun cuando levantaban el palo para amedrentarlos se hacían insensibles a todo.


Las tropas carlistas toman la ciudad de Morella en enero de 1838. Pintura de A. Ferrer Dalmau

Los supervivientes fueron conducidos de Monroyo a Morella pensando que estaban muy cerca del momento del canje y liberación. Si embarro, tras sufrir una gran decepción, fueron de nuevo trasladados a Cantavieja el día 13 de Marzo. En Cantavieja mejoró algo el trato y las condiciones de vida de los prisioneros a los que se les dio durante dos semanas media ración de pan y carne y se les permitió tomar el sol en la plaza durante dos horas diarias. El día 10 de marzo parte de los oficiales prisioneros iniciaron el camino hacia la ciudad castellonense de Segorbe para ser canjeados por otros prisioneros en manos del ejército isabelino.

Finalmente, el día 26 de marzo los supervivientes, apenas una sexta parte de los soldados y oficiales apresados 7 meses antes en la batalla de Herrera, fueron canjeados por otros prisioneros carlistas.



Detalle de un grabado de Miranda que representa el traslado de prisioneros isabelinos.
"Historia de la guerra última en Aragón y Cataluña" (Cabello et alii,1845)


Día 26 (de marzo)… Un gentío numeroso que de Segorbe y pueblos inmediatos salían a vernos obstruían el paso, y todo el mundo compadecía a los prisioneros de Herrera. Verificado el canje no nos hallábamos de puro gozo; todos nos abrazaban y todos se amotinaban a saber nuestras desgracias estremeciéndose horrorizados.

Finalizaba así, con un recibimiento apoteósico y entre abrazos y lágrimas, las desdichas de un reducido grupo que había logrado sobrevivir a los horrores de la primera guerra carlista en el Bajo Aragón y el Maestrazgo.


Bibliografía
Cabello, F., Santa Cruz, F. y Temprado, R. 1845: Historia de la guerra última en Aragón y Valencia, Madrid
Pirala, A. 1868-69: Historia de la Guerra Civil y de los partidos liberal y carlista. Madrid

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