lunes, 14 de enero de 2013

EL CAÓTICO ENTIERRO DEL DOMINICO ALCAÑIZANO FRAY TOMÁS MAÑES EN 1624

Tomás Mañes, nacido en Alcañiz (Teruel) a mediados del siglo XVI, tomó el hábito de la orden de los Dominicos en Valencia para regresar a su ciudad natal. Según los cronistas de la época, fue un siervo de Dios devoto, humilde y muy caritativo y el pueblo le atribuyó el don de la profecía y la revelación. Su entierro fue una demostración de fanatismo religioso o, según se mire, un auténtico caos.


Aspecto de una de las criptas de la Iglesia de Sto.Domingo de Alcañiz en fase de excavación.


Tomás Mañes: un dechado de virtudes
Según la documentación aportada por cronistas de la Orden de los Dominicos (García Miralles 1958) Tomás Mañes nació a mediados del siglo XVI en Alcañiz  “de padres muy cristianos”. Desde niño fue muy devoto, humilde, caritativo con los pobres y limosnero. Se ordenó como sacerdote en el convento de Predicadores de Valencia donde fue discípulo de San Luis Bertrán, famoso dominico valenciano, maestro de novicios, austero y gran penitente, que mantuvo correspondencia con Santa Teresa de Jesús y evangelizó durante unos años las tierras de Colombia.


Imagen del dominico valenciano San Luis Bertrán, maestro de Tomás Mañes

El alcañizano Fray Tomás Mañes fue considerado en su época un ejemplo y modelo de humildad, modestia, recogimiento, oración y obediencia y tuvo, según la opinión popular, el don de la profecía y de la revelación. Siguiendo a Luis Bertrán, también fue maestro de novicios en Alcañiz, donde regentó la cátedra de Humanidad sacando “muchos y muy buenos latinos”.  Según cuentan los cronistas dominicos el salario que recibía para su gasto lo solía entregar como limosna a los más necesitados. “Y no fueron pocas las veces que desnudó de su ropa, hasta de los calzones y camisas, para darlos a los pobres. Repréndiéndole algunas veces el prelado por ello, le suplicaba humilde le perdonase y lo tuviese a bien, porque no podía ver a los pobres de Cristo desnudos, siendo él también vestido” (García Miralles 1958, 55). Tras una vida dedicada a la formación de nuevos religiosos y a la caridad falleció en el convento de los Dominicos de Alcañiz el día 24 de noviembre de 1624.


Vista general de las capillas laterales de la Iglesia de los dominicos de Alcañiz, antes de su restauración


Aspecto de una cripta o "carnerario" situada frente a una de las capillas de la Iglesia de St. Domingo de Alcañiz


Un accidentado funeral
Tras su muerte, en la misma celda de Tomás Mañes, a la que habían concurrido  “muchas personas devotas, así eclesiásticas y religiosas como seculares de la mayor posición de Alcañiz”  entró el médico que le había atendido pidiendo “por caridad alguna cosilla por reliquia; y no topando otra que una piedra guija en un rincón, con que el siervo de Dios solía hincar clavos en la pared, tomóla y besándola muchas veces, la llevó muy contento” (García Miralles 1958, 57).
Tuvo lugar a continuación el funeral de Fray Tomás Mañes en la Iglesia de Sta Lucía del convento de los Dominicos:
“Bajaron su cuerpo a la iglesia para darle sepultura, y fue tanto el concurso de la gente que a venerarle había venido, que por dos veces casi lo desnudaron repartiéndose los hábitos por reliquias. No le dejaron un cabello del pequeño cerquillo de la cabeza y le quitaron un dedo en un bocado, y fue necesario cerrarlo en la sacristía para vestirlo tercera vez; y despedida mucha de la gente con un piadoso engaño, pudieron darle sepultura en la capilla de San Miguel, dentro de un caja de madera, y sobre esta, clavada, un plancha de plomo en que brevemente estaba escrita una suma de sus virtudes.”


El enigmático "Disparate fúnebre". Aguafuerte de Goya realizado entre 1815 y 1819. Museo del Prado de Madrid.


Pero si el entierro de Tomás Mañes fue accidentado, al cabo de unos años, según los escritos de Fray Gregorio Pascual, sus restos mortales tampoco fueron tratados con la suficiente reverencia:
“(Años) Después, enterrando a otros en el dicho carnerario, los foseros curiosos, sin noticia de los religiosos, desocupan el ataúd, y topando el cuerpo (de Tomas Mañes) todo deshecho (por el puesto más húmedo), sacaron la plancha de plomo, lleváronse muchos huesos del siervo de Dios; y para disimular su mal hecho, pusieron otros huesos y calaveras dentro de la caja, que fue lo peor. Y sintiéronlo mucho los religiosos cuando después lo supieron.” (García Miralles 1958, 57).

Otra de las criptas de la Iglesia de Sto Domingo o Sta. Lucía de Alcañiz


 Un convento con una azarosa historia reciente
El convento de los Dominicos de Alcañiz se mantuvo plenamente activo hasta principios del siglo XIX cuando, a consecuencia de la Guerra de la Independencia y de la llegada del ejército francés en enero de 1809, fue abandonado y brutalmente saqueado y destruido por las tropas invasoras. Aunque algunos religiosos dominicos regresaron al convento en 1814 apenas tuvieron tiempo  de rehabilitar y recuperar el deteriorado edificio ya que poco después, en 1835, tuvo lugar la exclaustración y desamortización eclesiástica promulgada por Mendizábal con el abandono definitivo de la iglesia de Sta. Lucía y su convento. Desde entonces el edificio ha sido utilizado como almudí o alhóndiga (almacén de granos de cereal), cuadra, cochera de mesón, estación de autobuses (Taboada 1898, 172), taller mecánico y, en la actualidad, centro de información turística de Alcañiz.



El claustro del convento de los Dominicos de Alcañiz a principios del siglo XX (hace décadas totalmente desaparecido)


BIBLIOGRAFIA
García Miralles, M. 1958: “Los Dominicos en Alcañiz”. Rev. Teruel, nº 19, Teruel, 31-85.
Taboada, J. 1898:  Mesa Revuelta. Apuntes de Alcañiz.  Alcañiz.

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