martes, 29 de enero de 2013

EL CONVENTO DEL DESIERTO DE CALANDA: UN EXTRAORDINARIO MONUMENTO CON UN FUTURO INCIERTO

A unos ocho kilómetros al SE de la villa de Calanda (Teruel), en un solitario y escabroso paraje,  se encuentran las enormes ruinas de un antiguo Convento de Carmelitas Descalzos de finales del siglo XVII que fue abandonado definitivamente en 1835. El convento, llamado “del Desierto” por su emplazamiento en una zona tradicionalmente deshabitada, constituye una de las construcciones conventuales más importantes del Bajo Aragón y, precisamente por su carácter aislado y difícil acceso, la que mejor conserva todavía su estructuración original.


Aspecto actual de la imponente fachada de la iglesia del Convento del Desierto de Calanda (Teruel)
 
El Desierto de Calanda

Desde al menos el siglo XVII se conoce como “Desierto de Calanda” una gran extensión de terreno agreste y mal comunicado que se sitúa entre las localidades bajoaragonesas de Calanda, Torrevelilla y La Ginebrosa. Este lugar recóndito y aislado fue elegido por la orden de los Carmelitas Descalzos de la provincia de Santa Teresa (que incluía los reinos de Aragón y Valencia) para fundar en 1680 un gran convento en el que los frailes carmelitanos pudieran gozar de un ambiente de paz y retiro espiritual.


Vista aérea del entorno del Convento del Desierto, en el centro de la imagen.

Detalle de la imagen anterior con las ruinas del Convento junto a las antiguas huertas.


La propia Orden de los Carmelitas Descalzos fundó otro convento en esa misma época en el denominado “Desierto de Las Palmas”, en la comarca de la Plana Alta de Castellón, en una zona montañosa y de rica vegetación que ha sido declarada recientemente Parque natural. En ambos casos, la denominación de “desierto” está relacionada con despoblación o desertización humana y no con ausencia de vegetación pues estas zonas agrestes y solitarias, elegidas como lugares de retiro y oración por los carmelitas, poseen desde antiguo una gran riqueza y diversidad natural (Benavente 1985, 70).


Vista del conjunto conventual con las huertas en primer término

En relación con el desierto bajoaragonés el historiador Ignacio de Asso escribió en 1798:
Desde las riberas del Guadalope, y cercanías de Alcañiz y Calanda se va elevando el terreno hacia levante en cerros medianos de peña caliza, con vetas de vistosos mármoles; entre los quales sobresalen el de Tolocha, y los que circundan el desierto de Calanda, que es uno de los sitios más frondosos del Reino por la abundancia de Jazmines arbóreos, Viburnos, Peonías, Nepetas, “Smilax aspera”, “Dictamnus albus”, “Ononis rotundifolia” de flor gentil, y otras plantas curiosas que lo visten”.
(Asso 1798, 95).



Vista general del convento desde el Este.

Lamentablemente, en la década de los 90 del pasado siglo toda este sector sufrió un pavoroso incendio en el que ardieron cientos de hectáreas del denso pinar que lo cubría. El aspecto actual de monte raso con predominio de arbustos obedece a ese reciente incendio. No obstante, está teniendo lugar un proceso de regeneración natural del antiguo bosque  y, posiblemente, en unas décadas toda esta gran extensión de terreno volverá a alcanzar su aspecto anterior.



Detalle de la portada de la Iglesia del convento



El Convento del Desierto y su aciaga historia

La fundación del Convento del Desierto de Calanda se remonta a 1680 cuando los religiosos de la Orden de los Carmelitas Descalzos decidieron instalarse, atraídos por la belleza y aislamiento de un apartado y singular paraje, en una antigua torre o casa de campo, llamada Torre Alginés, propiedad de la orden de Calatrava. Tras acordar el pago anual de cierta cantidad de dinero a la Encomienda de Calatrava, cuya sede se encontraba en Alcañiz, los carmelitas tomaron posesión del lugar, previa autorización del Rey Carlos II, en 1682. Las obras del convento, dedicado a San Elías, se prolongarían hasta 1701. Sin embargo, tan solo cuatro años después, en 1705, como consecuencia del la Guerra de Sucesión, en la que Calanda y el propio convento tomaron partido por el archiduque Carlos de  Austria,  el lugar fue asaltado e incendiado por un grupo de unos 200 hombres partidarios de Felipe V de Borbón. Tras comenzar la restauración del convento, en 1708, las obras y reformas continuarían hasta finalizar la construcción de su gran iglesia en 1728 (Thomson 2005, 157).


Aspecto del interior de la iglesia del convento con la cubierta desplomada




Se conserva, extrañamente, la cúpula de la iglesia, casi suspendida en el aire.


La paz y el silencio reinaron en ese paraje idílico y solitario durante menos de un siglo pues en 1808, con motivo de la Guerra de la Independencia, los franceses asaltaron y saquearon el edificio destruyendo, entre otros, la magnífica biblioteca que habían atesorado los frailes carmelitas y que había servido de fuente de educación y formación para los jóvenes de las familias más adineradas de la zona. Apenas 20 años después tuvo lugar, entre 1835 y 1837, la exclaustración general de los conventos con la expropiación forzosa y subasta pública de bienes y tierras que se consideraban en propiedad de “manos muertas”. Entre los cientos de edificios religiosos y conventos desamortizados en España se encontraba el de Calanda que fue abandonado por los religiosos y poco después incendiado y destruido parcialmente. Algunos retablos de la iglesia y sus campanas fueron trasladados a la iglesia del Pilar de la vecina villa de Calanda si bien ninguna de estas obras ha llegado a nuestros días. Poco después, en 1842, el convento y la finca circundante pasaron a manos privadas (Thomson 2005, 158).



Vista general del convento desde la fuente de Sta. Quiteria



Descripción del convento

El proyecto de este complejo conventual incluía una gran iglesia de tres naves y cúpula sobre la capilla mayor (con criptas para el entierro de frailes), hospedería, celdas para religiosos, claustro, refectorio y librería, así como otras dependencias indispensables para la vida diaria: cocinas y despensas, fuentes, aljibes y balsas para riego, graneros, bodegas, trujales, carpintería, horno, pozo de nieve, huertos, etc. cuya estructuración se conserva todavía prácticamente intacta. La monumentalidad y regularidad de las construcciones de este convento dieron lugar a que fuera conocido en el siglo XVIII como el “Escorial aragonés” (Vidiella 1895, 240).


En primer término la boca de entrada del pozo de nieve, perfectamente conservado. Al fondo, el convento.

Recientemente, se han descubierto en el Archivo Histórico de Protocolos de Alcañiz dos pergaminos (reutilizados como cubiertas de otros documentos) que formaban parte del proyecto de construcción de este gran convento. En uno de ellos se representa la planta del convento con el detalle de sus habitaciones y dependencias y en otro una sección de la iglesia y edificio anejo con una amplia explicación  http://www.fqll.es/catalogo_detalle.php?id=149


Plano de la planta del Convento del Desierto conservado en el Archivo de Alcañiz


Sección de la Iglesia del Convento del Desierto de Calanda. Archivo de Alcañiz..

En 1846, a los pocos años de su abandono, el convento del Desierto de Calanda se describía en el famoso Diccionario Geográfico e Histórico de Pascual Madoz, del siguiente modo:
Distante a 1 ½ legua hacia el E., entre montes escabrosos (se encuentra) un convento de Carmelitas Descalzos, llamado comúnmente el Desierto, situado en la falda de la Sierra de La Ginebrosa, entre los ríos Guadalope y Mezquín; ocupa un sitio muy ameno y pintoresco, es un edificio que forma un perfecto cuadrado, grande y suntuoso, todo de piedra de cantería, a cuyo lado septentrional hay una plaza de 26 varas cuadradas; su iglesia, de una sola nave o crucero, tenía 8 altares, de los cuales se han trasladado 3 a la villa (Calanda) y se halla cerrada desde la extinción de los conventos, cerca de éste hay algunos corrales para ganados y caballerías y un huerto poblado de árboles frutales, y regado por las aguas de la fuente de Sta. Quiteria, que brota en las inmediaciones del mismo, el cual está en un barranco que forman las aguas de otras dos fuentes nacientes a ¼ de hora de distancia, y, que unidas, fertilizan y se consumen en un trozo de 3 ó 4 cahizadas de tierra, que eran propiedad del expresado convento”
(Madoz 1846, 250).


Aspecto actual de la fuente de Sta. Quiteria casi oculta por la vegetación.


Aspecto del refectorio del convento, todavía prácticamente intacto

Según menciona S. Vidiella, el Convento del Desierto de Calanda llegó a tener:
24 monjes sacerdotes, 18 coristas, 9 legos, 5 donados, 2 escolanes, 2 pastores, 5 criados de labor y 1 guarda.
(Vidiella 1890, 241).



Otra imagen de la iglesia del convento dedicada a San Elías


Una actualidad confusa y un futuro incierto

El convento del Desierto de Calanda, declarado como Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés desde 2003, está siendo últimamente noticia por diversos aspectos que poco tienen que ver con su auténtico e indudable valor patrimonial. El estado ruinoso de la enorme construcción y el solitario y áspero paraje en el que se emplaza parecen animar a muchos de los visitantes que llegan hasta este recóndito lugar a dejar su huella sobre el edificio mediante todo tipo de grafiti. El aspecto actual de la parte inferior de la fachada principal de la iglesia es, por este motivo, lamentable.


Aspecto actual de la fachada de la Iglesia del convento totalmente cubierta de grafiti.

Al mismo tiempo, el edificio está comenzando a ser considerado como un lugar misterioso muy apropiado para todo tipo de fenómenos paranormales como apariciones de espíritus, demonios, brujas, calaveras y ovnis, psicofonías, percepciones extrasensoriales, etc. lo que, posiblemente, no va a favorecer la conservación de los inmuebles y su entorno.


Aspecto reciente del púlpito del refectorio del convento.

Pero quizás lo peor es que ya han sido varios los intentos por parte de sus propietarios de poner a la venta el enorme conjunto sin que ninguna administración haya respondido decididamente para hacerse cargo del edificio o, al menos, para asegurar su conservación. De hecho, desde la propia inmobiliaria encargada de la venta del convento se ha argumentado que “sólo la piedra de sillería vale muchísimo dinero” lo que manifiesta claramente el nulo interés por su protección al tiempo que se sugiere su utilización como simple cantera http://www.diariodeteruel.es/hemeroteca/29527-una-inmobiliaria-de-alcaniz-pone-otra-vez-a-la-venta-el-convento-del-desierto-de-calanda-que-es-patrimonio-protegido.html.

No es de extrañar, por tanto, que el conjunto se haya incluido en la lista roja del Patrimonio de la Asociación Hispania Nostra http://www.hispanianostra.org/lista-roja/monasterio-del-desierto


El Convento del Desierto aparece, de repente, desde el camino de Torrevelilla.

Confiando  en que no lleguemos a ver semejante desmán, proponemos la visita de este extraordinario e insólito convento que aparece frente al viajero, de repente, como una auténtica alucinación en un recóndito, silencioso y bello paraje bajoaragonés.  Hay que advertir, no obstante, de la necesidad de tomar las imprescindibles medidas de seguridad y precaución debido al progresivo riesgo de desprendimiento y derrumbe de algunas zonas del edificio.



Algunas de las dependencias interiores del convento en proceso de ruina


Cómo llegar

Puede accederse al lugar desde las localidades de Calanda o de Torrevelilla, aunque mejor desde ésta última población tomando una serie de caminos y senderos rurales recientemente señalizados.


Bibliografía

Allanegui, V. 1998:  Apuntes históricos sobre la Historia de Calanda, Calanda / IET. Teruel.
Asso, I. 1798: Historia de la Economía de Aragón, Zaragoza
Benavente, J.A. 1985: “Sobre el Desierto de Calanda y su monasterio. (Corrección a un error de localización geográfica habitual en la cartografía de nuestro siglo)”.  Cuadernos de Estudios Caspolinos, XI, Caspe, 69-76.
García Miralles, M. 1969: Historia de Calanda, Valencia.
Madoz, P. 1845-50: Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, Madrid.
Vidiella, S. 1909: “Calanda y Foz-Calanda”, en Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón. Tortosa, 240-241.
 

5 comentarios:

  1. Me gustaria conocer los avatares de este edificio cuando la guerra civil, seguro que sirvió al menos de alojamiento a las tropas republicanas o se usó como hospital de retaguardia. Creo que ha habido varios intentos para hacer algo (ninguno serio), pero su tamaño y lejanía de cualquier nucleo habitado van a ser su sentencia

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  2. No se habla del pozo de nieve del Convento en el libro de la Ruta de las Bóvedas del frío. ¿por qué?

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  3. Muy interesante, la verdad. Tiene un triste final, pero es el destino que corresponde. Esperamos tu próximo post, gracias.

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  4. Probablemente el ilustre escritor fornolense D. Braulio Foz Burgués (1791-1865),autor de la "Vida de Pedro Saputo", estudió Latín y Humanidades en este convento. Sus biógrafos dicen que lo hizo en Calanda, sin concretar escuela. Probablemente no había muchas otras alternativas en Calanda para realizar ese tipo de estudios.

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